Amo criticar a Bogotá

Necesito hablar de un hueco que tiene colapsada la ciudad, lo tengo atascado en mi garganta, y debo catalizar mis emociones por medio de esta crítica que haré hoy.

Hace casi 20 años que escribí el primer artículo de esta sección que quise llamar al principio «Reflexión de Urbes». Es increíble cómo pasa el tiempo, ya me siento un poco grande (tengo 45 años).  Y si le puse este título al artículo es porque quiero hacer referencia al hablado «rolo» de los milenials, porque todos dicen «amo» para indicar que algo les gusta mucho. 🙂

Vamos al grano: hablemos del hueco.

Resulta que desde hace un tiempo estoy realizando unas obras grandes cerca a Zipaquirá, un municipio maravilloso, pero putamente lejos de Bogotá, no en distancia sino en tiempo de recorrido.

Desde mi casa hasta la obra, entre Cajicá y Zipaquirá, son 40 km. Por la mañana me gasto entre una hora y una hora y cuarto, y trato de salir después de las 8 a.m. para no sufrir el trancón de los buses escolares y los que van a trabajar.

Por la tarde, al regreso, es otro cuento: si salgo antes de las 2 p.m., me gasto una hora, pero si salgo después de las 3 p.m., ¡puedo gastarme 2 horas!

Ni qué decir si me regreso a las 5 p.m., ¡me gasto 2h30!

No sé si te parece bien gastarse 2h30 en un recorrido de 40 km, pero a mí me parece una locura, y la verdad, es sumamente agotador. 

Así que la mayoría de las veces que no puedo salir temprano de la obra, me voy para el café Starbucks ubicado en el centro comercial Bazaar de Cajicá, pido cualquier bebida llena de caloría con una torta de amapola, y me pongo a trabajar en el computador con mis audífonos bien puestos.

Prefiero adelantar trabajo de oficina que estar encerrado en un carro escuchando las mismas canciones de siempre. Aunque bueno, a veces pongo un audiolibro.

Estamos iniciando junio del año 2022 al momento de escribir estas palabras, y llevamos más de dos meses de invierno, es decir, mucha lluvia, lo que agrava considerablemente la circulación vehicular.

Sigamos.

La mal llamada Autopista Norte, que debería llamarse la Trocha Norte, es una vía caótica desde que inicia en Los Héroes hasta que termina en la Conseción Vial Accenorte (Peaje Andes). La conozco de memoria, todos sus huecos, todos sus baches, todos sus resaltos, todos sus obstáculos.

Conozco de memoria qué carril está mejor que otro en diferentes tramos, conozco qué carril es más rápido que otro en los embudos (porque hay varios embudos alucinantes), mejor dicho, la conozco como la palma de mi mano, además porque a veces salgo a montar en bicicleta de ruta, y si alguno de ustedes tiene una bici de ruta, sabrá que cualquier cosita en el pavimento se siente mucho.

Sigamos.

Cada vez que tapan un hueco, me doy cuenta, cada vez que un hueco se agranda, me doy cuenta. Y eso es lo que les quiero relatar hoy.

Hay un hueco del ancho de un carril entero, más o menos en frente del San Andresito Norte, en sentido Norte-Sur, es decir, entrando a Bogotá, justo antes de que la vía se ensanche a cinco carriles.

Donde está el hueco son tres carriles, y el hueco se encuenta en el central. 

¿Qué es lo que pasa?

Resulta que el trancón que se forma por culpa de ese hueco hace represar el tráfico desde 5 km atrás. Lo he comprobado con Google Earth, y es un represamiento que tarda unos 40 minutos, según Google Maps.

Cuando uno sobrepasa el lugar del hueco, es como si se liberara toda la energía del universo, todos los carros salen despavoridos y desesperados.

Al encontrarse en el carril central, el hueco hace que los carros quieran desviarse por los carriles laterales, como si hubiera un varado en la mitad.

¿Y?

¡Pues que ninguno de los tres carriles avanza a buen ritmo!

Es difícil creer que el embotellamiento de 5 km sea causado por un pinche hueco en la calzada.

¿A quién le importa al final? ¿Quién se queja? ¿Pagamos impuestos y no exigimos nada?