El Ruso

Jugamos a las muñecas, vemos videos de música o nos inventamos chismes sobre los vecinos. Me encanta jugar con Valentina, es mi mejor amiga. La mamá es muy cool, nos deja pintar en una pared de su cuarto, pero es muy diferente físicamente, es indiecita.

 

Valentina es muy blanca, tiene el pelo rubio, ojos azules. Es muy bonita, quiere ser modelo, pero no modelo como su mamá, que posa ropa interior para una marca pero sin mostrar la cara.

 

Vive en el segundo piso, en un aparta-estuche, como dice mi mamá, costado patio. Yo vivo en el cuarto piso, costado calle, y tengo mi propio cuarto. Cuando su mamá lleva una clienta para comprar carteras, nos deja estar allí, pero cuando lleva un cliente, nos manda para mi casa, no entiendo por qué.

 

En mi casa la pasamos más chévere, porque es más grande, y podemos hacer ejercicio en el gimnasio de mi mamá, incluso hay un brinca-brinca. Nada más divertido que prender la música a todo volumen y saltar hasta que nos llaman para la merienda.

 

A veces los fines de semana, Valentina se queda a dormir en mi cuarto, la mamá trabaja muy duro por las noches y regresa hasta el domingo a mediodía, y nos invita al parque, donde comemos helado y correteamos con los perros de otros.

 

Mi mamá y la mamá de Valentina no son muy amigas, tienen una relación cordial, no sé muy bien qué significa pero dice que está ayudando a Valentina, para que su vida sea un poco más amable, tampoco entiendo mucho, lo bueno es que podemos estar juntas todas las tardes.

 

Valentina no tiene papá, así que yo le presto el mío de vez en cuando. El nos acompaña a ver películas de dibujos animados, y a veces, nos lleva al parque de diversiones.

 

Un día, echando gasolina al carro, se nos acercó un mendigo extraño, un señor rubio, flaco, muy alto, ojos azules, barba tupida. Con expresión de cordero manso y con un español machacado nos pidió una moneda. Mi papá sacó un billete y se lo entregó. “Más gracias”, dijo el gringo, juntando las manos a la altura de su barbilla.

 

Ese señor no es gringo, es ruso, y es el padre de Valentina, dijo al ver mi cara de asombro. Mi mamá abrió la boca y antes de pronunciar alguna palabra mi papá completó: ya es hora de que lo sepa.