Cayo

Bajaba por el ascensor con dos  bolsas y al dirigirse hacia el local de las basuras, se encontró dos niñas jugando a la cuerda de saltar. Habían amarrado la punta de la soga a una columna a falta de un tercer jugador. Ella lo vio y soltó un ¿quieres jugar con nosotras?

 

Es muy fácil, aclaró ella mientras soltaba la soga amarrada a la columna. Te paras allí y haces girar la cuerda, e hizo el gesto de lo que debía hacer. Todo fue más divertido, la soga empezó a dar vueltas y ella entró saltando con habilidad.

 

―¿Cómo te llamas?

―Me llamo Julio César, pero me dicen Cayo― respondió. (las dos niñas rieron)

―¿Callo como un “callo del pie”?

―Sí, pero con Y. ¿Y ustedes?

―Yo soy Cornelia y ella es Andrea. (Cayo rio)

―Cornelia suena a “cuerno”.

―Es un nombre antiguo, pero a mí me gusta― dijo ella, muy segura de sí misma.

 

Se volvieron a cruzar un día después del colegio, ambos iban a tirar la basura, al parecer era la función de cada uno en el hogar.

 

―Debo contarte cosas importantes sobre los residentes de este edificio― dijo ella, como si se tratara de un tema importantísimo. Esperó a que Cayo la mirara y prosiguió: debes saber con quién vas a lidiar aquí.

 

―Hace cuánto tiempo viven ustedes aquí― preguntó él.

―Fuimos los primeros en llegar a este edificio, cuando ni siquiera funcionaba el ascensor, hace unos 11 años. Yo tenía apenas 1 año, era un bebé. Después de nosotros llegó el pintor, el que hace las esculturas de los gatos fluorescentes. Y después de tirar las bolsas de basura lo llevó al salón social donde reposaban varios cuadros y esculturas.

 

―Ya lo había visto― dijo Cayo señalando al gato. 

―El señor se ha tomado este salón como una sala de exposición, es un descarado, vive en el sexto. En el quinto piso, vivía el estafador, un tal Daniel, se dedica a las pirámides. Siempre anda acompañado de su chofer, murió la semana pasada de un infarto, en su cama. En el cuarto, arriba tuyo, viven unos tipos: uno es arquitecto y el otro no ejerce. (Cayo hizo cara de no entender nada). En el tercero están ustedes, y debajo, vive La Prepago. Con ella hay que guardar cierta distancia― replicó Cornelia como repitiendo las palabras de su madre.

 

―¿Qué es una prepago?― preguntó Cornelia.