7 razones para contratar un arquitecto

Contratar un arquitecto no es un lujo reservado para clientes con gruesas billeteras, es más una precaución a la hora de enfrentar una obra de remodelación con cierto grado de complejidad.

 

¿Por qué? Porque la obra lo solicita y su bolsillo también.

 

¿Por qué? Porque la obra lo solicita y su bolsillo también. 

 

En este artículo hablaré sobre la necesidad de contratar un experto en obras. Querer hacer una obra SIN arquitecto es como:

 

Ir a la farmacia de la esquina para curarse una enfermedad en vez de ir al médico.

Taparse una carie con silicona en vez de ir al dentista.

Pedirle a un carnicero hacer un Tiramisú en vez de llamar un chef pastelero.

Alquilar un 4×4 sin la opción de aire acondicionado para hacer un safari por África.

 

Se puede, claro que sí, ¿pero cuán difícil puede llegar a ser?

 

Leonardo Davinci lo resumió así: “El arquitecto debe ser quien reúna y aproveche todos los conocimientos artísticos y científicos de su época”.

 

Ud. seguramente tiene una profesión como yo, fue a la universidad, se esforzó por sacar un diploma, empezó a trabajar como empleado, y es muy factible que tenga actualmente un negocio vendiendo productos o servicios. Estamos hablando entre colegas, Ud. entiende muy bien lo que quiero decir, ya que lo aplica a diario para vender lo suyo. Ambos sabemos que el conocimiento tiene un valor alto, ya que permite ahorrar tiempo y dinero.

 

Encontré en Internet un artículo escrito por la Royal Institute of British

Architects y traducido al español, He copiado algunos párrafos que ilustran muy bien el tema de este artículo.

 

¿Por qué contratar un arquitecto?

 

Pocas personas se dan cuenta de lo complicado que puede resultar la construcción de un edificio, por lo menos, hasta que se encuentran perdidas en un cúmulo de dificultades, reglamentaciones municipales, alternativas de diseño, especificaciones, contratistas, presupuestos, etc.

 

El arquitecto es el profesional que tiene la formación, entrenamiento, experiencia e imaginación necesarios para guiarlo durante todo el proceso de diseño y construcción, desde colaborar para ayudarlo a definir qué es lo que necesita construir hasta la manera de obtener el máximo provecho para su inversión.

 

Los arquitectos aportan un enfoque totalizador de la cuestión. No solo diseñan un techo y cuatro paredes para resolver sus necesidades básicas, sino que crean ámbitos atractivos especialmente acondicionados para habitar, trabajar y desarrollar todas las funciones que caracterizan la vida del hombre. 

 

Conduciendo a contratistas y proveedores, los arquitectos hacen posible que el proceso culmine en un proyecto bien construido, que cumpla con sus expectativas y que encuadre dentro de los costos y tiempos que Ud. ha previsto.

 

El arquitecto, con sus conocimientos y experiencia en diseño y en los aspectos técnico-constructivos, reúne las mejores condiciones para presentarle alternativas y opciones que a Ud. probablemente no se le hubiesen ocurrido.

 

Los honorarios por los servicios que brinda el arquitecto deben ser considerados como una sensata inversión y no como un costo adicional al del proyecto, entre otras, por las siguientes razones:

 

  1. Un proyecto bien concebido puede ser construido de forma más eficiente y económica, evitando o minimizando improvisaciones, sorpresas e imprevistos que originan costos adicionales y prolongan innecesariamente el lapso de construcción.

 

  1. El arquitecto produce planos y especificaciones seleccionando materiales y terminaciones, en función de su calidad, belleza, durabilidad y costo. Estos planos y especificaciones no solo sirven para construir la obra, sino que son imprescindibles para obtener propuestas serias y confiables de contratistas y proveedores.

 

  1. El buen diseño y la buena construcción siempre aportan un valor agregado: mayor valor inmobiliario a una propiedad y en ciertos casos más clientes para un comercio o mayor productividad en los lugares de trabajo.

 

El arquitecto puede prever cosas que probablemente Ud. no tendría en cuenta ejecutar otras que Ud. no sabría cómo encarar, como por ejemplo programar etapas, advertir a tiempo posibles problemas vinculados con la normativa oficial, coordinar la labor de especialistas en proyectos complejos, recomendar contratistas y proveedores competentes, asesorarlo para que suscriba contratos equitativos y ejercer controles para que la construcción se lleve a cabo de acuerdo con los planos, las especificaciones, los montos y los plazos previstos. 

 

La Relación Cliente – Arquitecto:

 

El éxito de una construcción depende de muchos factores, pocos de los cuales son más importantes que una buena relación entre el cliente y el arquitecto. Sin la plena cooperación del cliente y sin confianza mutua resulta muy difícil que el arquitecto realice bien su tarea. El cliente es un miembro muy importante del equipo y es importante mediante este texto, ayudarlo a desempeñar su papel.

El arquitecto puede brindar un asesoramiento muy valioso desde los primeros tramos de su actuación. Muchos problemas podrían evitarse si el arquitecto fuera consultado, inclusive, antes de comprar un terreno, ya que no solo conoce las restricciones que pueden afectar a determinado terreno sino que también está en condiciones de descubrir buenas posibilidades en terrenos aparentemente inadecuados y dificultades que no se le ocurrirían al cliente en otros que a éste le parecen apropiados.

 

El Arquitecto:

 

La tarea del arquitecto consiste en interpretar a su cliente y plasmar sus necesidades en un edificio que sirva a los fines de aquél en todo sentido y represente el valor del dinero invertido, dentro de límites acordados en cuanto a tiempo y costo. 

 

Esta tarea constituye un proceso mucho más complejo de lo que imagina la mayoría de la gente. Los edificios deben estar bien planeados, sin desperdicios de superficies, de modo de proveer espacios adecuados para todas las actividades que allí se han de realizar.

 

Deben estar convenientemente emplazados en el terreno, tener buenos accesos y estar organizados de tal modo que se facilite la circulación de las personas, los vehículos o mercaderías y construirse teniendo en cuenta las reglamentaciones vigentes.

 

Además, los edificios deben satisfacer las necesidades físicas de los ocupantes durante todas las estaciones del año. Su diseño debe facilitar la climatización adecuada de sus interiores y brindarles protección de las actividades que producen molestias.

 

Parte de las tareas del arquitecto implica tener en cuenta los mínimos detalles de un edificio, de modo que todos los accesorios y equipos, cada superficie y cada terminación satisfagan requisitos funcionales y estéticos. Entre otras cosas, el éxito de su gestión depende de que preste cuidadosa atención a todos los detalles.

 

El arquitecto debe captar la atmósfera adecuada para cada edificio, trátese de una escuela o un hospital, una fábrica o un aeropuerto, un centro comercial o una vivienda privada. Lo que resulta adecuado para un tipo de edificio puede no serlo para otro. 

 

La meta del arquitecto consiste en encontrar para cada caso la solución que cumpla de manera óptima los objetivos de su cliente, al tiempo que satisfaga las necesidades de los futuros usuarios y armonice con el paisaje y el resto de los edificios del entorno.

 

El arquitecto y la ética profesional:

 

La ética profesional es definida en general, como “el conjunto de los mejores criterios y conceptos que debe guiar a la conducta de un sujeto por razón de los más elevados fines que puedan atribuirse a la profesión que ejerce”.

 

El Código de Ética establece guías y reglas de comportamiento para los arquitectos en el cumplimiento de sus obligaciones con los clientes y público en general, con la dignidad de la profesión y con los demás profesionales y constituye un compendio de comportamientos básicos en los que se debe basar la práctica de la profesión.

 

Sus disposiciones son de cumplimiento obligatorio y han sido previstas para preservar derechos de los clientes, de los colegas y del público en general y para promover la más alta estima y respeto que merece la profesión.

 

Son deberes de todo profesional para con sus clientes y hacia el público en general:

No ofrecer, por medio alguno, la prestación de servicios cuyo objeto, por cualquier razón de orden técnico, jurídico, reglamentario, económico o social, etc., sea de muy dudoso o imposible cumplimiento, o si por sus propias circunstancias personales el profesional no pudiere satisfacer.

 

No aceptar en su propio beneficio, comisiones, descuentos, bonificaciones y demás análogas, ofrecidas por proveedores de materiales, artefactos o estructuras, por contratistas y/o por otras

personas directamente interesadas en la ejecución de los trabajos que el profesional proyecte o dirija.

 

No asumir en una misma obra funciones de director al mismo tiempo que las de contratista total o parcial. Mantener secreto y reserva respecto de toda circunstancia relacionada con el cliente, y con los trabajos que para él se efectúa, salvo obligación legal.

 

Advertir al cliente los errores en que éste pudiere incurrir, relacionados con los trabajos que el profesional proyecte, dirija o conduzca, como así también subsanar los que él mismo pudiera

haber cometido y responder civilmente por daños o perjuicios conforme la legislación vigente.

 

Manejar con la mayor discreción los fondos que el cliente pusiere a su cargo, destinados a desembolsos exigidos por los trabajos a cargo del profesional y rendir cuentas claras, precisas y frecuentes, todo ello independiente y sin perjuicio de lo establecido en las leyes vigentes.

 

Dedicar toda aptitud y atender con la mayor diligencia y probidad los  asuntos de su cliente.

El profesional que dirige el cumplimiento de contratos entre su cliente y terceras personas es ante todo, asesor y guardián de los intereses de su cliente, pero estas funciones no significan que le es lícito actuar con parcialidad en perjuicio de aquellos terceros.

 

El programa de necesidades:

 

En la relación cliente / arquitecto, la formulación del programa de necesidades constituye una de las etapas de mayor importancia de todo el proyecto. El primer paso es preparar dicho programa, el cual debe incluir, con la mayor precisión posible, las necesidades del cliente y todas las limitaciones que deben observarse en cuanto a tiempo y costos. 

 

El cliente debe informar al arquitecto acerca de servidumbres, derechos de vecinos u otras disposiciones reglamentarias que puedan imponer restricciones al uso del terreno. 

 

El arquitecto, en cambio, debe informarse  con respecto a las normas oficiales vigentes.

El arquitecto necesita información detallada, no solo sobre el número y el tamaño de todos los locales sino también sobre las actividades y procesos que han de tener lugar en el edificio. 

 

A menudo sucede que el cliente basa sus ideas en cuanto a los locales o espacios que va a necesitar, en su experiencia en edificios inadecuados o viejos y no advierte nuevas posibilidades para resolver sus necesidades.

 

El arquitecto, por estar actualizado respecto de las estructuras, instalaciones y los nuevos materiales disponibles y por conocer los procesos y actividades particulares a las que el edificio se debe adecuar, está en las mejores condiciones para idear nuevas disposiciones que le ofrezcan al cliente ventajas que éste no imaginó.

 

El cliente, para cumplir con su parte de la tarea debe tomar algunas precauciones: no debe proporcionar al arquitecto instrucciones ambiguas o contradictorias. 

 

Las órdenes y contraórdenes deben ser evitadas: hacen perder tiempo y dinero. En ocasiones el cliente solicita al arquitecto que colabore en la elaboración del programa de necesidades como base para su discusión, así como en la preparación de cuestionarios tendientes a obtener

información esencial. 

Es importante para el arquitecto y para su cliente que éste tome sus decisiones sin tardanza y que luego no se aparte de ellas.