Cuando se llega a una ciudad por primera vez nuestro grado de asombro conoce sus más altos niveles; todo nos sorprende. Seguramente, lo primero que salta a nuestra vista cuando viajamos es la arquitectura de la ciudad, como diría el maestro Rossi, pero eso no lo es todo, nos fijamos en la gente, en sus acentos, en sus maneras, en sus costumbres, en sus rostros, en los árboles, en sus montañas, sus ríos o sus playas, en su mobiliario, en sus paradas de autobús, en sus semáforos, en sus avisos publicitarios, en fin, hasta en la forma en cómo solucionan la circulación vehicular en un cruce importante de vías. Tantas cosas por ver en una nueva ciudad, bien sea en su país de orígen, bien sea en un país extranjero donde los cambios son sustancialmente más importantes.
La ciudad está compuesta por un sinnúmero de cosas y situaciones, de causas y efectos, de hechos tangibles y abstractos, reales e imaginarios que sobrepasan nuestro entendimiento. Vive desesperadamente atada a su pasado, en una lucha infatigable con su presente y tratando obsesionadamente de proponer un mejor futuro. Cada uno de nosotros verá la ciudad según sus tendencias mentales. El peluquero no verá más que miles de cabezas, el filósofo se concentrará en los zapatos de los transeúntes, el empresario en los autos lujosos, el escritor en el olor de cada calle, el arquitecto en la continuidad de las bajantes de agua y el turista lo verá todo una vez reveladas las fotos.
La ciudad es un gran museo que se experimenta básicamente de dos maneras; bien sea porque se permanece en ella durante un corto lapso, bien sea porque se vive en ella, siendo la gran diferencia entre estos dos conceptos el grado de asombro que habita en cada personaje. Descubrir una obra arquitectónica en la urbe es como ver un cuadro por primera vez en un museo: de inmediato hacemos un juicio de valor, nos gusta o no nos gusta.
Tomemos dos ejemplos, la Unidad de Habitación de Le Corbusier en Marsella y el cuadro más famoso de Pablo Picasso, Guernica. El juicio de valor que otorgamos a cada obra pasa esencialmente por dos estados: el marco arbitrario o el marco teórico. Por marco arbitrario quiero definir aquel juicio de valor que se le da a una obra indiferente a cualquier contexto relacionado con ella, en otras palabras, el juicio de valor que le damos de inmediato, de acuerdo con nuestro carácter y nuestro gusto particular. Por marco teórico, al contrario, quiero definir el juicio de valor que le damos a una obra conociendo su contexto histórico-social, siendo ésto, lo que más pesa a la hora de definir hacia qué lado inclinaremos la balanza, hacia el positivo o el negativo. Esto es un debate esencialmente entre la ignorancia y el conocimiento cuando se trata de criticar una obra o un hecho. Comprender un edificio como la Unidad de Habitación o un cuadro como Guernica depende sustancialmente de cuánto sepamos acerca de ellos.
Todos hemos tenido alguna experiencia evolutiva respecto a una obra de arte desconocida: al principio no nos gusta y conforme pasa el tiempo y aprendemos sobre ella, empezamos a apreciarla. Al final, terminamos haciéndole la mejor publicidad explicando a los cuatro vientos las razones de sus cualidades. Insisto en este punto de valoraciones objetivas y subjetivas, en cuanto a la ciudad como museo se refiere, porque todos hemos sido turistas alguna vez, y todos nos hemos sentido, de una u otra forma, ignorantes ante una obra o un hecho en la ciudad que visitamos. La impresión que nos llevamos de ella dependerá dramáticamente del lado al que la balanza habrá de inclinarse, bien sea hacia donde hemos puesto todo lo que nos ha gustado, bien sea hacia donde hemos puesto lo que nos ha disgustado.
El título de este artículo hace alusión a las rarezas de la ciudad de Marsella, donde hace pocos días cumplí tres años de estar viviendo en ella. Durante este período, he ido lentamente descubriendo y conociendo las explicaciones a muchos de mis interrogantes. Los hechos y elementos que componen una ciudad son tan variados que decidí clasificarlos en cuatro categorías: lo arquitectónico, lo urbano, lo social y lo natural. De esta forma, haré una enumeración no exhaustiva y en desorden, seguida de una breve explicación, de lo que ante mis ojos se me antoja como ‘rarezas’ de la ciudad mediterránea en cuestión.
Rarezas Arquitectónicas:
- Tipología de las tres ventanas: dentro del perímetro virtual del centro de la ciudad, las fachadas de los edificios de vivienda son muy parejas en cuestión de vanos y anchura. En promedio, predios entre seis y ocho metros de ancho se materializan en alzados de cuatro a cinco plantas con tres ventanas hacia la calle y tres ventanas hacia el interior de la manzana. Por lo general, las construcciones antiguas de viviendas, en su mayoría del siglo XVIII, son de altos techos internos (como mínimo 3 m), y por esta razón, las ventanas son de unos 2 m de alto sobre 1 m de antepecho. Todas las ventanas, sin excepción, abren hacia el interior de la vivienda, sobre muros de 50 cm de espesor como mínimo, y en la parte exterior, persianas de madera completan la tipología, abriendo hacia el exterior. Estas contraventanas las utilizan para protegerse del frío en invierno, del sol en verano o simplemente para protegerse de las miradas indiscretas de los vecinos.
- La caja de escaleras: igual que las tres ventanas, las escaleras internas de los edificios de vivienda son, en su gran mayoría, iguales. Su estructura está hecha en madera, con una viga curva a un lado y empotrada en el muro periférico de la caja subiendo los 3.50 m de entrepiso promedio, con narices en madera que sobresalen 2 cm de la contrahuella, y de baldosines adoquinados en las huellas. Tienen tendencia a inclinarse hacia el vacío del centro por donde la luz cenital irriga los pisos más bajos, dada la antigüedad y el uso, supongo. Las barandas son generalmente en forjados de hierro con pasamanos de madera. El promedio de altura de un edificio antiguo de vivienda corresponde a cuatro o cinco plantas después de la planta baja, y con un último piso en los áticos de las cubiertas, donde antiguamente alojaban a las empleadas del servicio. Seis plantas es la tendencia general y los edificios un poco más burgueses tienen un ascensor que va en el vacío de la caja de las escaleras, una pequeña caja metálica abierta como una pajarera.
- Las bajantes de agua lluvia: una de las cosas que más me sorprendieron cuando llegué a esta ciudad fueron las bajantes de agua lluvia, la obsesión por las bajantes en una ciudad donde escasamente llueve una vez cada dos meses, además. Fuera de las tres ventanas, lo que compone las fachadas de todos los edificios, sin excepción, son las tuberías de las bajantes, puestas sin ninguna consideración estética, en PVC, en gres o en cobre. Desde la canaleta del alero de las cubiertas, bajando por la fachada, esquivando relieves, estatuillas, atravesando cornisas y apliques, contorneando ventanas… se ven de todo tipo, como grotescas serpientes que terminan por clavar de cabeza sobre el andén. A esto se le puede sumar el desagüe de las cocinas de los edificios más antiguos, cuando los apartamentos no estaban previstos para tener baños, cuando bajan por la fachada, al igual que las bajantes de agua lluvia. Así, se pueden apreciar las bifurcaciones de las tuberías conforme se sube de planta. Lo mejor es cuando una de estas bajantes de aguas de cocina está rota y te salpica cuando caminas justo por el mismo andén.
- Tuberías sanitarias e instalaciones : tratándose de baños públicos o privados, tanto en casas como en apartamentos, antiguos o recientes, las tuberías de agua y desagües están siempre a la vista, así como la tubería de la calefacción. Muchas de la duchas o tinas, que vienen en medidas estándar, se conectan a la tubería de los lavamanos, dándole la vuelta completa al baño si es necesario, y todo a la vista, lo que genera en muchos casos, rincones difíciles o imposibles de limpiar. El caso más ejemplar es el tubo de cuatro pulgadas del retrete vecino que traspasa la pared del baño y viene a conectarse al codo de tu sanitario, a la vista, cuando cada vez que descarga el tanque se siente en todo el apartamento. En muy raras ocasiones, los baños dan hacia la calle o el patio, y por lo tanto están privados de ventilación natural. Para esto, las rejillas de ventilación que dan a los ductos, son presa de un hongo y moho multicolor, tirando a gris oscuro, cuando no se les limpia periódicamente, como es el caso en casi todas partes. Otro de los elementos que siempre están a la vista son las rejillas de ventilación de las habitaciones y los baños en las fachadas, sobre todo en edificios de vivienda recientes, no les gusta el aire natural, prefieren ventilar todo mediante rejillas.
- El percudido de la piedra: los enchapes de piedra son muy frecuentes en las fachadas de edificios tanto de vivienda como monumentos. A algunos de estos últimos les han limpiado su fachada principal, haciendo relucir el color original de la piedra, el amarillo o el beige en tonos pasteles. El contraste surge cuando se compara el alzado contiguo, del mismo material, al que no se le ha hecho ningún tipo de mantenimiento, y la piedra es del color y la textura del interior de un tubo de escape de un auto.
- La iluminación de edificios: por las noches, el rostro de la ciudad cambia completamente, pues muchos de los monumentos o edificios representativos son iluminados cuidadosamente, resaltando la estética de sus alzados y realzando la majestuosidad e imponencia, como es el caso del edificio de la Prefectura, el Palacio del Faro, el Palacio de la Bolsa, el Fuerte San Nicolás, la Abadía de San Victor o la Catedral de la Mayor, entre muchos otros.
- Centros comerciales: pienso especialmente en dos representativos como mucho en común: ‘Bonneveine’ y ‘La Bolsa’. El primero, ubicado en los barrios residenciales de clase alta de la ciudad, donde queda uno de los ‘Carrefour’ comparte con el segundo, ubicado en pleno centro de la ciudad, la forma de inserción urbana, a nivel de barrio y a la escala de la ciudad. El primero es el mejor ejemplo de la absoluta y determinante negación hacia el peatón. Camuflado entre edificios de vivienda, los accesos tanto peatonales como vehiculares tienen cara de cualquier cosa, salvo de ‘accesos’: hay que ser un verdadero adivino para poder ingresar en él. El segundo parece un ovni gigante en concreto que aterrizó encima de las ruinas más antiguas de la ciudad, aplastando lo que encontró a su paso y creando los accesos más extraños.
- Los baños: en términos de vivienda, los baños franceses se dividen en dos partes: la sala de baño y el sanitario. La sala de baño, que es el donde la gran mayoría hace su aseo, se divide también en dos; o se trata de una ducha y en ese caso se le llama ‘sala de baño’, o se trata de una tina y se le llama ‘sala de aguas’, en ambos casos con el lavamos respectivo. Pero nunca encontrarán un sanitario dentro del baño, salvo contadas excepciones que por fuerza mayor no pudieron separarlos. Así es, al fondo del corredor un cuartito con el inodoro, al otro extremo, la sala de aguas. Apartamentos de tres o cuatro habitaciones, sala, comedor y cocina, con un solo baño. En términos de baños públicos, la tipología se divide en dos: el inodoro común y silvestre, muchas veces compartido entre hombres y mujeres, o la letrina tipo árabe: un orificio en el suelo con dos huellas para poner los pies. En ambos casos es muy frecuente encontrar el recinto saturado de aserrín que absorbe las sustancias y los olores y es cambiado con frecuencia. Para quien no esté acostumbrado, el aserrín humedecido dentro de un baño puede parecerse mucho más a otra cosa.
- El concepto de un buen apartamento: encontrar un buen apartamento donde desarrollar nuestro modus vivendi latinoamericano no es cosa fácil, y encontrar uno que responda a las exigencias básicas sin salirse del presupuesto es aún más difícil. Lo primero es escoger el barrio o la zona de la ciudad donde se quiere vivir, y por supuesto, que no quede muy lejos de una estación de metro, como máximo unas 10 cuadras. Por lo tanto, es casi seguro que el sector escogido esté dentro del perímetro del centro urbano y por ende la mayoría son edificios de vivienda antiguos, del siglo XVII. Los anuncios de agencias inmobiliarias los ofrecen de todas las clases, porque eso de recorrer las calles buscando anuncios de ‘se alquila’ pegados a las ventanas no existe por estos lares; existen tres formas para buscar apartamento: bien sea mediante los anuncios clasificados de la prensa, los cuales te envían directamente al número telefónico de una agencia, bien sea pagando en una de estas para que te den una lista completa de todos los apartamentos con sus respectivas descripciones y teléfonos del propietario, en este caso la negociación y contrato se hacen directamente con el dueño, o por último, se le paga a una de estas oficinas para que te consigan lo que estás buscando y el contrato del alquiler se hace con ella directamente. Lo segundo es, en cualquiera de los tres casos, analizar la orientación de las fachadas del apartamento, sabiendo que en estas latitudes la fachada norte no recibe luz solar directa. La mejor orientación es la sur, siendo la sur-este o sur-oeste igualmente aconsejada. Una vez comprobada la orientación hay que verificar que el edificio vecino no esté demasiado cerca a las ventanas, ensombreciendo el apartamento por más fachada sur, ya que es muy común encontrarse con una culata o un muro medianero en las narices. Por eso, aquellos anuncios que describen apartamentos con ‘claridad’ tienen que descartarse de inmediato, significa que no les entra la luz solar nunca. Lo tercero es encontrar un piso de más de 30 m² donde haya como mínimo una habitación y un saloncito, una cocineta y un bañito completo, en lo posible dentro del apartamento, pues son muy comunes los sanitarios en el corredor de uso comunitario. Ahora, el colmo de las suertes sería encontrar uno con el sanitario dentro del baño, las posibilidades se reducen al máximo. Quinto, preguntar qué tipo de calefacción tiene, si es que tiene una, comunal o eléctrica, sabiendo que esta última es mucho más costosa. Sexto, que la carpintería exterior sean ventanas en aluminio con doble vidrio, para mejor aislamiento térmico en invierno y sobre todo acústico. Séptimo y último, que el estado general interior no esté muy degradado, de preferencia sin alfombra y sin papel de colgadura de mil diseños en las paredes, que no haya humedades, que la presión del agua sea buena y las tomas de corriente conforme a la normativa. Si queda en la última planta y tiene una terraza dése por bien servido, cuando el concepto de lujo en estos continentes está definido no en términos de acabados pero sí en términos de cantidad de metros cuadrados. Sólo falta conseguir un buen codeudor y el apartamento es suyo.
- La rareza de un buen proyecto: salvo tres o cuatro excepciones, tratándose de proyectos de vivienda o uno que otro edificio o espacio público, en una ciudad de más de 800 mil habitantes, hay que decir que no hay buenos proyectos de arquitectura, es verdad, no los hay, y al paso que vamos, parece que no habrá nunca. La tipología de los edificios de vivienda antiguos, como ya lo describí anteriormente, es la misma en toda la ciudad, la vivienda de interés social se resume a grandes barras de edificios sin ninguna gracia particular, más bien contribuyen a la degradación del paisaje urbano dadas sus dimensiones apoteósicas, las casas individuales son todas de dos plantas, de colores rosados en sus fachadas, con cubiertas en teja de gres a dos aguas, con una pendiente reglamentaria del 30%, con las mismas ventanas y contraventanas que los edificios, los mismas bajantes de aguas lluvia y los nuevos proyectos que se están construyendo parecen diseñados con el mismo sello, una situación realmente deplorable. Lejos está Marsella de tener una riqueza y una variedad urbana y arquitectónica como la pueden tener Roma, París y Barcelona.
- Los balcones: todos sin excepción tienen un elemento que le suma a las fachadas de los edificios un grados más de complejidad y composición. Los balcones, tanto de edificios antiguos como de recientes, son diseñados sin sifón, y a cambio, un grotesco tubo de PVC de dos pulgadas sobresale del antepecho, al nivel del piso interior, haciendo la función de desagüe. Y qué decir, si por lo menos los cortaran a ras o les dieran un tratamiento estético, pero no, al contrario, los dejan sobresalir unos 10 o 15 cm del plano vertical, seguramente para que el agua no que bota no le caiga al vecino de abajo. Así, un proyecto nuevo de apartamentos en altura, conoce una composición de su fachada regida por las bajantes de agua lluvia, las rejillas de ventilación de las habitaciones y baños y los tubos de desagüe de los balcones. El concepto de sifón está estrictamente reservado al mobiliario de la casa, pues jamás he visto un sifón en un baño o en una cocina, y mucho menos en un balcón o terraza.
Rarezas Urbanas:
- Carriles vehiculares: la avenida más representativa e importante de la ciudad se llama ‘La Canebière’, que parte desde el puerto viejo y sube la pendiente hasta los jardines del ‘Palacio Longchamp’. Algo así como lo que representan los Campos Elíseos para la ciudad luz, pero en menores proporciones. El hecho es que la avenida, con cuatro carriles de doble sentido en el centro y uno exclusivo para los buses sobre los costados, cambia considerablemente de lógica en el cruce perpendicular de otro gran eje vehicular; la línea blanca que separa los carriles del centro en ambos sentidos desaparece en dicho cruce y vuelve a aparecer completamente corrida hacia un lado después del semáforo. En otras palabras, le quita un carril a los autos que bajan y se lo agrega a quienes suben, desprevenidamente. Bajando por esta avenida, una vez pasado el cruce, no es raro encontrarse de frente con una hilera de autos subiendo. Este tipo de detalles son desapercibidos si se experimenta la ciudad peatonalmente.
- Los puentes: cabe mencionar un pasaje de una calle por encima de un gran eje vehicular, en el centro de la ciudad, gracias a un puente antiguo construído con poderosas cerchas metálicas en hierro color verde, el cual iluminan por debajo durante la noche. El problema de este puente reside en la altura de paso que le otorgó a la vía que pasa por entre sus arcadas, siendo de 3.20 m cuando la norma europea exige un mínimo de 4.50 m para el paso de grandes camiones. Supongo que dicho puente fue construído a finales del s.XIX, cuando los camiones de hoy aún no existía, y lo dejaron tal cual, de manera que con regularidad el tráfico vehicular se congestiona por culpa de un camión atascado bajo el puente. Otros dos tipos de puentes son frecuentes en la ciudad: el que fue construido temporalmente en estructuras metálicas, de un solo carril, para descongestionar algunos cruces vehiculares importantes, y las famosas ‘pasarelas’ o puentes elevados de gran longitud que sobrevuelan la ciudad por encima de barrios enteros.
- El mini-semáforo: un semáforo miniatura sobre el mismo poste del grande colocado a la altura de las ventanas de los autos de manera que los primeros en la fila puedan ver el cambio de colores con mayor facilidad, ayuda considerablemente el tráfico, y aunque nadie arranque cuando pasa a verde, es muy raro escuchar un claxon desesperado.
- El round-point: (debo dedicarle un texto entero a este especimen)
Marsella, febrero 2003